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11 junio 2014

SOBRE NOSOTROS

El siempre lúcido Horacio "Tato" Lopez una vez más nos deleita con una nota de collección respecto a nuestra selección y sus actuaciones y una vez más en el portal 180.com.uy vierte su parecer con inteligenci y claridad absoluta, para aquellos que no han podido disfrutarla, aquí va.

SOBRE NOSOTROS
Estamos por cumplir cuatro años de aquel viernes por la tarde en que, al ganarle a Ghana en Sudáfrica, sentimos que un lejano e inalcanzable pasado épico deportivo de medallas de oro olímpicas y campeonatos mundiales ganados nos pertenecía. En las calles, desbordadas de color, cantos, banderas y brazos al cielo nos compartimos sin límite en una fiesta sin antecedentes. Cómo será que tan solo el recuerdo nos llena de brillo los ojos.

Luego, la fiesta inolvidable tomó otras formas: semifinal frente a Holanda, el juego con Alemania por el tercer puesto, el recibimiento de la delegación al retorno de Sudáfrica, en la Copa América ganarle a Argentina en su casa, el desembarco en Buenos Aires de 33.000 orientales para llenar el Monumental Celeste, ganar la final y esa misma noche recibir a la delegación; todos momentos que son parte de nuestro registro emocional colectivo.

Aparte de las fiestas, también llegaron otros logros que pueden haber quedado no tan registrados: primeros solos e invictos en la eliminatoria a Brasil, a tal punto que parecía que iba a ser una pasada, cuartos en el ranking FIFA, algo así como dieciocho partidos sin perder, terceros en el ranking FIFA, victorias en Europa en juegos amistosos —entre ellas frente a Italia, tetracampeona mundial—, ¡segundos en el ranking FIFA!

Hasta aquí lo colectivo. Y los logros individuales, ¿acaso no nos pertenecen a todos también? En otra época quizás hubiera un sentir diferente, pero con esta Celeste que prioriza el grupo sobre la postura o el capricho de algún momentáneamente desnorteado, el éxito personal se vive en colectivo: Diego Forlán, igual que Maradona, Pelé, Zidane, Ronaldo y el resto del firmamento, fue elegido como mejor jugador del Mundial; a Tabárez los premios le llovieron: mejor entrenador de América, del mundo, la FIFA le dio una condecoración que otorga a quienes han contribuido al desarrollo del fútbol —Mandela recibió esa distinción—; Suárez y Coates fueron premiados como mejor jugador y promesa de la Copa América; Cavani una temporada fue el segundo goleador del calcio y a la siguiente el goleador; Suárez fue el goleador de las eliminatorias; el pase de Cavani a Francia fue uno de los más caros de la historia del fútbol; Suárez fue elegido mejor jugador del fútbol inglés, goleador de la Premier League; Godín es campeón y forma parte del equipo ideal de la Liga española, la Champions, etc., y no los tengo presentes, pero sé que hay más logros individuales.

Y los recuerdos no paran acá, porque la Celeste de formativas es el único programa de selecciones de formativas del planeta que en los últimos ocho años ha clasificado a casi todas sus generaciones al Mundial de su categoría —llegamos a una final sub-17 y a otra sub-20—, e incluso uno de los grupos nos clasificó a una Olimpíada después de ¡84 años!

Claro que no todas pueden ser buenas en el deporte profesional de elite del siglo XXI. Mantener en el tiempo rendimiento y resultados es muy difícil, y si no, mirá en qué anda el súper-Barza de Messi, Neymar, Iniesta y Xavi.

En el Mundial del 2010, a medida que se sucedían las victorias, empezamos a identificarnos con ciertas características del grupo que no habíamos descubierto durante los tres duros años de la eliminatoria hacia Sudáfrica. Luego de algunos partidos ganados en el Mundial, doña Soledad, en el almacén, comentaba: “Son tan humildes, medidos en las declaraciones, respetuosos con la prensa… No se agrandan porque ganan. Siempre bien afeitaditos y peinados, con sus corbatas y trajes, le firman autógrafos a todo el mundo, no son pillados y siempre hablan del grupo”. Y en la cancha, nada de aquellos bardos de llevarse puesto al árbitro, de patadas asesinas, de traicionar al público estropeando el espectáculo. Sí pierna fuerte, las ganas de dejar todo en la cancha, de siempre querer ganar. Y respeto. Respeto por todos los actores del espectáculo —rivales, jueces, público, periodismo, etc.— y, sobre todo, respeto por ellos mismos.

Este grupo es el responsable de que la mujer y la familia se hayan acercado al deporte, de que las librerías estén detonadas de libros de fútbol, de que por primera vez nuestros deportistas patrocinen diferentes elementos de consumo, de que las maestras en la escuela trabajen valores —compromiso, solidaridad, humildad, receptividad, etc.— a partir del fóbal, de que seamos considerados parte de la elite del fútbol mundial, de que a Uruguay lo conozcan en todo el mundo dándole un valor agregado a la marca Uruguay.

El diagnóstico del último Mundial decía que no les ganábamos a los europeos. Se planificó hacia Brasil con esta realidad. En cuatro años jugamos dieciséis partidos contra selecciones del viejo continente, de los cuales solo tres fueron en casa. Si en Brasil dejamos afuera a Italia o Inglaterra —países que han construido dos de las tres ligas más fuertes del mundo—, no va a ser por casualidad, sino porque hay profesionales experimentados que saben que los partidos comienzan mucho antes de la fecha y hora de inicio. Mucho antes.

Si subiéramos a la máquina del tiempo, viajáramos hasta el 2005 y allí un vidente vaticinara que lograríamos todo lo ya mencionado, con una sonrisa de deseo diríamos: “Eso es imposible”. Pero lo que le da a lo transitado característica de milagro es que en la eliminatoria a Sudáfrica, la Asociación Uruguaya de Fútbol, en constante crisis, tuvo cuatro presidentes: Figueredo, Corbo, Rivero y Bauzá. Este último —que tan solo unas semanas atrás, al enfrentarse a un nuevo tiempo de crisis, dejó su cargo—, en el 2009, con sus decisiones, llevó a que el cuerpo técnico de Tabárez tomara distancia del programa de selecciones nacionales de formativas. Luego, con el nuevo contrato que se firmaría para el período mundialista hacia Brasil —en Sudáfrica, de los treinta y dos cuerpos técnicos que asistieron, el nuestro era uno de los cuatro más económicos—, se volvió a dar plenas facultades al Maestro y su gente para el programa de formativas. La otra instancia que quizás haya caído en el olvido es que, en los meses previos a Sudáfrica, parte del periodismo futbolístico decía que en el entorno de Bauzá se afirmaba que, una vez terminada la competencia, se daría por finalizado el ciclo Tabárez.

Y es bueno que todos tengamos presentes estas instancias antes de que los ilusionistas empresarios del periodismo deportivo —que gracias a su capacidad de venta publicitaria mágicamente ganan espacios en los medios, con todo lo que esto trae consigo— empiecen a exacerbar estados de ánimo, a construir su verdad-ilusión, acentuando aquí o allá la verdad de acuerdo a cómo sople el viento, transformando a su antojo la ilusión según se den los resultados o más les convenga a ellos. Más al estilo Fu Manchú que Houdini —este sí que se la jugaba—, si las cosas no salen como debían haber salido es porque no se hizo todo lo que ellos dijeron, desdijeron y volvieron a decir que había que hacer. Entonces, para ponerse a resguardo, como por arte de magia desplegarán una cortina de humo con chismes de la convivencia humana que aseguran que este está peleado con aquel, que hay dos grupos en el plantel, que Mengano no se la pasa a Fulano porque una vez nosequé, que hay tres grupos en el plantel, que el capitán y el técnico están distanciados, que hay cuatro grupos en el plantel… Ese intento por mantener o ganar audiencia en definitiva es un “hago la mía” que considera solo el beneficio propio, sin tener en cuenta que con su forma de hacer periodismo atentan contra el bien común de todos, contra el bien común de lo que entendemos por la Celeste. Y por esto ya hemos pasado varias veces.


¡Y vamoarriba Uruguay! Todos junto al equipo con la pasión de siempre, con la expectativa de que vamos a andar bien, de que vamos a ganar. Y este grupo, con su compromiso —palabra en extinción— profesional y afectivo, con su forma de hacer las cosas, con los medios que ha elegido para ganar y su capacidad de aceptar triunfos y derrotas, con la acumulación cultural deportiva que ha realizado en los últimos ocho años, basada en redescubrir y aggiornar una idiosincrasia y raíces olvidadas, va a estar, una vez más, pronto para competir.

Por todo lo dicho, antes de que empiece a sonar el rock and roll de la pasión, ese que nada quiere entender de objetividades o razonamientos, antes de arrastrarnos en el tango de la frustración, donde ponemos expectativas y deseos en el otro, antes de flotar en la liviandad de un vals donde cada uno con ligereza elabore qué es lo que está pasando en la cancha, no está de más tener presente que quienes nos van a representar son aquellos que mejor lo han hecho en los últimos sesenta años, y que, más allá de que los resultados enciendan las luces del barrio o nos cieguen de bronca, ellos, el grupo, son los que queremos que nos representen.

Hubo quien dijo: “Aprendemos del pasado en el presente, y aprendemos sobre nosotros por la forma en que recordamos el pasado”. ¡Uruguay arriba nomás!

Publicado el: 25 de mayo de 2014 a las 17:46
Por: Tato López
http://www.180.com.uy/columnas/Tato-Lopez

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